Charles Spurgeon escribió, “Recuerden, Aquel que murió sobre la cruz, era nada menos que el eterno Hijo de Dios. ¿Lo puedes ver allí? Ven, pon tu mirada sobre Él una vez más. ¿Ves sus pies y manos derramando corrientes de sangre? Ese hombre es el Dios todopoderoso. Esas manos clavadas al madero, son manos que pueden sacudir el mundo; Aquellos pies que están allí traspasados, si Él quisiera levantarlos, dispondría de una fuerza con tal potencia que aplastaría las montañas bajo su pisada. Esa cabeza, aunque ahora inclinada y en debilidad, tiene en ella toda la sabiduría de la Deidad, y con solo asentir su cabeza podría hacer temblar el universo. Aquel que cuelga sobre aquella cruz, es aquel sin el cual nada de lo que ha sido hecho hubiese sido hecho: por El todas las cosas existen—Hacedor, Creador, Preservador, Dios de la providencia, y Dios de gracia—El que murió por ti es Dios sobre todo, bendito por siempre.” (Traducido  The New Park Pulpit, Vol.4, p.358)

Jonathan Edwards escribió, “Nada es más evidente, por la abundante y expresa doctrina de las Escrituras, que Jesucristo es el más peculiar y eminentemente el Salvador del pueblo de Dios, y el Salvador del mundo. En Juan 4:42 Su mismo nombre es Jesús, Salvador. Se lo señala como el autor de la eterna salvación (Hebreos 5:9) y el capitán de la salvación de su pueblo (Hebreos 2:10), un Príncipe y un Salvador. Llamado, la salvación de Sion: ‘He aquí vuestra salvación viene’ (Isaias 62:11). Se dice de Él, que salva por Su propia fuerza, y capaz de salvar hasta al último; poderoso para salvar, y eso lo distingue de todos los demás; ‘Yo el que hablo en justicia, grande para salvar’ (Isaias 63:1). ‘Miré, y no había quien ayudara, y me maravillé que no hubiera quien sustentase; y me salvó mi brazo, y me sostuvo mi ira.’ (Isaias 63:5). Lo que se dice en este lugar, es una referencia a Cristo, como se muestra al comparar Isaias 63:3 con Apocalipsis 19:15. Y las mismas cosas que Se dicen acerca de Jehová, el único Dios, el único Salvador en el cual los hombres deben confiar para salvación, como en Isaías 45:21-25, son regularmente aplicados a Cristo en el Nuevo Testamento. Y es expresamente dicho, ‘Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos’ (Hechos 4:12). Y las huestes celestiales, con alabanzas, atribuyen la salvación a Cristo de la misma manera que a Dios el Padre, ‘y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero’ (Apocalipsis 7:10). Cristo es la roca segura, y perfecta para ser confiada Isaias 28:16-17; 1 Corintios 10:4.” (Obras, Vol.2, p.505)

Traducido por José Alcivar

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