«Dios no nos habría dado cualquier persona para ser nuestro redentor, a menos que éste fuese de absoluta y divina supremacía y excelencia o fuese el mismo Dios supremo; para que no cayésemos bajo la tentación de deberle demasiada reverencia; y si él no fuese el Dios supremo, estaríamos en la tentación de darle esa respeto el cual es debido solo al supremo, y la cual Dios, quién es un Dios celoso, de ninguna manera permitiría que se le diese a un ser inferior. El hombre es muy susceptible de ser tentado a glorificar aquellos que están en un lugar muy alto, de los cuales ha recibido algún gran beneficio. Es propenso a darles respeto y honor que sólo le pertenecen a Dios. Por tanto, el mundo gentil deificó y adoró a reyes que hicieron grandes cosas por ellos o de los cuales recibieron enormes beneficios.

Así Cornelio fue tentado a darle demasiado respeto a Pedro, él siendo la persona que Dios designó para que fuese su maestro y guía en lo referente a la eterna salvación. Así el apóstol Juan escasamente pudo evitar adorar al ángel que le mostró tales visiones, él se postró una y otra vez para adorarle. Aunque la primera vez fue estrictamente advertido en contra de esto, sin embargo la tentación fue tan grande que lo hizo nuevamente (Apocalipsis 19:10, 22:8). Esto siendo una tentación en la que ellos fueron muy propensos, fue profundamente rechazado por Dios. Cuando Cornelio se postró frente a Pedro, el lo levantó diciendo: ‘Levántate, pues yo también soy hombre’ (Hechos 10:26). Cuando la gente de Listra estaba a punto de dar al apóstol Pablo y Bernabé adoración divina, ellos oyeron esto y se rasgaron las vestiduras, corrieron hacia ellos y les dijeron a gran voz: ‘Varones, ¿porqué hacen estas cosas?! Nosotros también somos hombres semejantes a ustedes, quienes les predican que se vuelvan de sus vanidades al Dios Vivo, el cual hizo el cielo y la tierra, y el mar y todo lo que en ellos hay’ (Hechos 14:15).  Y cuando Juan estuvo a punto de adorar al ángel, ¡cuán estrictamente advertido en contra de esto! ‘Mira, no lo hagas, dijo el ángel, por cuanto yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que mantienen el testimonio de Dios’ (Apocalipsis 19:10). Y Dios ha sido siempre muy cuidadoso de guardarnos de esto; tanto que escondió el cuerpo de Moisés para que no pudiese haber tentación de idolatría. Pero si cualquier cosa puede ser una tentación, dar supremo respeto y honor a quien no es el Ser Supremo sería una tentación, esto es, tener una persona que no es el Ser Supremo, para que sea nuestro redentor, para que pase tan enormes sufrimientos por amor a nosotros y así nos libere de tan extrema y eterna miseria; y comprar para nosotros felicidad tan grande y eterna (*Esto sería demasiado honor para una criatura). Por lo tanto Dios, en sabiduría, señaló un ser para que sea nuestro redentor, quien es de absoluta y suprema gloria y excelencia, para que no estemos en peligro de amar y adorarle a Él demasiado; para que podamos alabarlo, exaltarlo por las grandes cosas que ha hecho por nosotros, tanto como deseásemos; así tanto como Su amor por nosotros, Sus sufrimientos por nosotros y los beneficios que recibimos de Él, no pueden tentarnos, no hay peligro de excedernos.

Cristo ha hecho tan grandes cosas por nosotros así como el Padre siempre lo hizo. Su misericordia y amor han sido tan grandes y maravillosas; y recibimos tanto beneficio de ellas, de la misma manera que por el amor y misericordia del Padre. El Padre nunca hizo más grandes cosas por nosotros que la redimirnos del infierno y llevarnos a la vida eterna. Pero si Cristo no ha sido una persona igual con el Padre y digna del mismo respeto, Dios no lo habría ordenado así, por que la tentación de amar y respetar al Hijo, lo cual resulta de los favores que tenemos por la bondad recibida, deberían ser iguales a los incentivos que tenemos para amar y respetar al Padre.» (Traducido de Works, Vol. 2, pág. 509)

Traducido por Sandra Liliana Manrique

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