Segunda parte.

B.B. Warfield 

Traducido del Sermón de Filipenses 2:5-8

“Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” – LBLA

«En Forma de Dios»

Notemos entonces, en segundo lugar, que el apóstol nos bosqueja de manera muy completa la acción que este Ser divino realizó. “tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” No se está afirmando metamorfosis de substancia aquí; no dice que la “forma de Dios” ha sido transmutada en “forma de un siervo”; pero se dice de Él que era “en forma de Dios” también haber tomado para Sí “la forma de un siervo.” Tampoco hay, por otro lado, alguna muestra engañosa de una humillación ante nosotros; Él tomó, no la apariencia, simple estado y circunstancias, o simple trabajo y desempeño, pero verdaderamente “la forma de un siervo”, «todas esas cualidades esenciales y atributos que pertenecen y constituyen a “un siervo”». La suposición envolvió el tomar realmente la naturaleza de siervo, así como un estado subordinado y el trabajo de un siervo. Y por lo tanto es al mismo tiempo explicado más profundamente tanto en su modo como en su efecto. Él tomó la forma de un siervo “haciéndose semejante a los hombres”; Él no vino a ser simplemente un hombre, sino que tomando la forma de un siervo Él vino a un estado en el cual  Él apareció como hombre. Su humanidad fue real y completa; pero eso no fue todo, « Él siguió siendo Dios al asumir la humanidad, por lo tanto lucía como un hombre, pero Él no vino a ser solo un hombre. Y al tomar la forma de un siervo y así siendo en la forma de un hombre, Él se hizo sujeto a obediencia», una obediencia llevada al límite en su humillación que se extendió hasta la muerte, y a la vergonzosa muerte de la cruz. Las palabras no puedes pintar adecuadamente la profundidad de esta humillación. Pero así fue, «el tomar la forma de un siervo con su necesario resultado de obediencia a tal amargo final», esto es lo que Él quien era por naturaleza en la forma de Dios, «en total posesión y uso de todos los atributos divinos y cualidades, poderes y prerrogativas», quiso hacer por nosotros.

Observemos entonces, en tercer lugar, que el apóstol claramente nos anuncia el espíritu en el cual el Señor realizó este gran acto. “aunque existía en forma de Dios, sin embargo no consideró el ser igual a Dios como un deseo impaciente de retener un premio, sino que se hizo a Sí mismo alguien sin reputación, tomando forma de siervo”. Entonces fue en el espíritu de puro auto sacrificio y sin egoísmo, que no miró a sus propios asuntos sino en los asuntos de otros, que bajo la fuerza del amor estimó a otros más que Él mismo, «fue en esta mente, o ,en las propias palabras del apóstol, era como no considerar Sus igualdades esenciales a Dios como una posesión preciosa, sino que haciéndose a Sí mismo de ninguna reputación», fue en está mente, que Cristo Jesús quien antes era en la forma de Dios tomó la forma de un siervo. Éste fue el estado de mente que le guió a tan maravilloso acto, no compulsión de parte de Su Padre, no deseos para Sí mismo, no esperanza de ganancia o miedo de perder, sino simple desinteresado y auto sacrificado amor.

Ahora no debemos pasar por alto que algunas de las cláusulas, el significado de las cuales hemos meditado, son explicadas de manera diferente entre expositores. Sin embargo, aunque he buscado presentarlos y así traer el significado exacto del apóstol, y aunque creo que su apelación adquiere un punto adicional y una fuerza adicional cuando son así entendidas, sigue siendo verdad que el curso principal del pasaje no es afectado por ninguna de las interpretaciones especiales que expositores razonables han puesto sobre las varias cláusulas. Éstas exposiciones divergentes afectan seriamente nuestra doctrina de kenosis o exinición, que enseña que el divino Logos al volverse hombre se ¨despojó a Sí mismo”, y así, que el mismo Dios en un, más o menos sentido literal, se contrajo a los límites de la humanidad, encontrando su principal, casi su única, base bíblica en lo que me parece una interpretación gratuitamente errónea de una de estas cláusulas , « aquella que la Versión Autorizada (Authorized Version) presenta», “Se hizo a Sí mismo sin reputación”, y la que yo me he atrevido a presentar, “Él no se tomó en cuenta a Sí mismo”, esto es, en comparación con las necesidades de otros; pero los teólogos en cuestión, siguieron, creo que desafortunadamente, la presentación de la Versión Revisada (Revised Version) con una extensa literalidad, “Él se vació de Sí mismo”, de esa manera resucitando el sentido físico literal de la palabra en un contexto no natural. Tenemos para dar muchas razones del porqué ésta es una presentación ilegítima; entre las más importantes están, que la palabra es comúnmente  empleada en su sentido figurado y que la intrusión del sentido literal es aquí prohibido por el contexto. Pero no es necesario hacer una pausa para discutir el punto. Cual sea la conclusión, el curso principal del pasaje se mantiene igual. Ninguna interpretación de este pasaje puede destruir el extraordinario hecho de que en grandes porciones el pasaje pone ante nuestros maravillados ojos los dos términos de “forma de Dios” y “forma de siervo”, envolviendo obediencia incluso hasta una vergonzosa muerte; y “mide la extensión de la gracia auto-sacrificada de nuestro Señor por la distancia entre igualdad con Dios y una ejecución en la horca pública.” En cualquier caso el énfasis del pasaje es puesto sobre el espíritu de humildad auto-sacrificada como la causa impulsora de humillación de Cristo, la cual el apóstol aduce aquí para que la mirada de ésta, pueda impulsarnos también a no considerarnos a nosotros mismos, sino que estimar en poco todo lo que somos y poseemos en comparación con las demandas de otros con respecto a nuestro amor y devoción. El único objeto de todo el pasaje es el maravilloso auto sacrificio de Cristo. Su exhortación es, “haya, pues, esta actitud que  también está en ti”. Como hemos leído a través del pasaje podríamos decir, que por contacto con la total mente y corazón del apóstol, aprender mucho más que esto. Pero no fallemos en comprender esto, su principal mensaje a nosotros, «que Cristo Jesús, aunque era Dios, le importó menos ser igual a Dios, importó menos Él mismo y Sus propias cosas, que lo que hizo por nosotros, y por lo tanto Se dió a Sí mismo por nosotros.»

Entendiendo esto firmemente, entonces, como el contenido esencial y especial mensaje del pasaje, hay algunas inferencias que fluyen de éste las cuales no podemos darnos el lujo de pasar por alto. Y la primera de estas es una muy grande y maravillosa, «que tenemos un Dios que es capaz de auto sacrificarse por nosotros». Esto era, aunque Él era en forma de Dios, Cristo Jesús no consideró el ser igual a Dios tan precioso como una posesión que no podría dejar de lado, sino que no se tomó en cuenta a Sí mismo. Fue nuestro Dios que nos amó tanto que Él se dió a Sí mismo por nosotros. Ahora, acá tenemos algo maravilloso. Los hombres nos dicen que Dios es, por la misma necesidad de Su naturaleza, incapaz de pasión, incapaz de ser movido por incentivos externos; que Él mora en santa calma y bendición inmutable, por siempre inalcanzable por los sufrimientos humanos o las penas humanas,

«Visitando frecuentemente el brillante espacio de mundo tras mundo,

Donde nunca se asoma una nube,

Ni se mueve algún viento,

Ni nunca cae la nieve,

Ni nunca ruge algún trueno,

Ni el sonido de pena humana

Perturban Su santa y eterna calma.»

Bendito sea nuestro Dios que esto no es verdad. Dios puede sentir; Dios ama. Tenemos garantías de las Escrituras para creer, así como ha sido quizás fraseado inadecuadamente pero no engañosamente, tal heroísmo moral tiene un lugar en la esfera de la naturaleza divina; tenemos garantías Escriturales para creer eso, como el antiguo héroe de Zurich, Dios ha extendido brazos de amor y juntó en Su propio seno ese bosque de lanzas los cuales de otra forma hubieran perforado el nuestro.

Pero ¿no es esto un grosero antropomorfismo? No nos importa mucho los apelativos: esto es la verdad de Dios. Y nos rehusamos a ceder al Dios de la Biblia y al Dios de nuestro corazón a alguna abstracción filosófica. Tenemos y debemos tener un Dios ético; un Dios al que podemos amar, y en el que podemos confiar, Podemos sentir asombro en la presencia del absoluto, así como sentimos asombro en la presencia de una tormenta o un terremoto; podemos sentir nuestra dependencia en su presencia, al sentirnos indefensos ante un tornado o una inundación. Pero no podemos amar esto, pero no podemos confiar en esto; y nuestros corazones, que son guías tan confiables como nuestra dialéctica, claman por un Dios que podamos amar y confiar. Nos rehusamos de una vez por todas a someter nuestra entera concepción de Dios a la categoría de un absoluto, el cual, como ciertamente ha sido dicho, “como las vacas flacas del Faraón, devoran todos los demás atributos”. Tampoco es un proceso no filosófico. Como ha sido presentado varías veces por Andrew Seth, “deberíamos ser infieles a los principios fundamentales de la teoría del conocimiento”, “si no interpretamos por los medios de la más alta categoría a nuestro alcance.” “Estaríamos engañándonos a nosotros mismos, si le negamos a Dios lo que reconocemos en nosotros mismos como fuente de dignidad y valor.” Para escapar de un Dios antropomórfico, no debemos lanzarnos a los pies de uno zoomórfico o uno amórfico.

“Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,”

Sin embargo, regocijémonos que nuestro Dios no nos ha dejado para que lo busquemos. Regocijémonos que Él se ha revelado claramente a nosotros en Su Palabra como un Dios que nos ama, y quien, porque nos ama, se ha sacrificado por nosotros. Recordemos que es una concepción fundamental en la idea Cristiano de Dios de que Dios es amor; y que este es el dogma fundamental de la religión cristiana de que de tal manera Dios nos amó que se dió a Sí mismo por nosotros. Por consecuencia, la principal presuposición de nuestro presente pasaje es que nuestro Dios fue capaz de, y en realidad lo realizó, este asombroso acto de generoso auto sacrificio por el bien del hombre. La segunda inferencia que debemos sacar de nuestro pasaje consiste en simplemente seguir al apóstol en su aplicación de este ejemplo divino a nuestra vida humana; una vida de humildad y auto sacrificio. “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús” es la vida más divinamente hermosa que el hombre pueda llevar. Él como nuestro maestros a quien nos hemos comprometido a obedecer,  quien como nuestro Ejemplo que hemos prometido imitar, es presentado aquí como el gran modelo de humildad y auto sacrificio. “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,” es la plegaria del apóstol. Necesitamos notar con cuidado, sin embargo, que no es auto depreciación, sino auto abnegación, que así nos es recomendado. Si vamos a seguir a Cristo, debemos, cada unos de nosotros, seguirlo no en orgullo sino en humildad, ni siquiera en humillación pero en humildad, no degradarnos sino forjarnos, y cada hombre buscar no lo suyo propio, sino lo de los demás.

¿Quién no ve que en este organismo el cual llamamos sociedad humana, tal modo de vida es la condición de toda real ayuda y salud? Sin duda hay otro ideal de vida mucho más placentero a nuestra naturaleza humana caída, un ideal basado en la arrogancia, presunción, autoafirmación, trabajando por medio de la contienda, y basados en la conquista, «conquista de lugares para nosotros mismos, una posición, la admiración del hombre, poder sobre el hombre. Vemos su trabajo en cada aspecto nuestro; en la competencia de la vida de negocios», en la lucha por riqueza de un lado, forzando una lucha por conseguir pan de otro. En la vida social,«en la feroz batalla de hombre y mujer por el rol del liderazgo en la farsa de la pompa social, incluso en la Iglesia misma, y entre las Iglesias, eran tan infelizmente, pretensiosas, arrogantes y las autoafirmaciones no cristianas no fallan en encontrar su premio temporal». Pero es claro que eso no es el ideal de Cristo, ni es para esto que Él nos ha puesto como Su perfecto ejemplo. “Él no se tomó en cuenta a Sí mismo”; aunque Él era en la forma de Dios, Él ni siquiera miró a Su igualdad con Dios como una posesión que sea atesorada cuando Él pudo haberlo hecho, al olvidarse de Sí mismo rescata a aquellos que Él no estaba avergonzado de llamarlos hermanos en medio de toda Su gloria.

¿Hay alguien a quien tú o yo estemos avergonzados de llamarlo nuestro hermano? ¡Oh que el ideal divino de vida como servicio pueda tomar posesión de nuestras almas! ¡Oh que nosotros podamos recordar en todo tiempo  y en toda relación que el Hijo del Hombre vino al mundo como ministro, y que por Su ministerio ha glorificado toda ministración para siempre. Oh que podamos alguna vez comprender un poco el significado del gran hecho de que la auto negación y el auto sacrificio expresan los divinos ideales de la vida.

Y así somos llevados a la tercera inferencia, la cual nos viene del texto; es difícil establecer un límite al auto sacrificio el cual, el ejemplo de Cristo nos llama a estar listos a sufrir por el bien de nuestros hermanos. Es comparativamente fácil reconocer que el ideal de la vida cristiana es desinterés, auto sacrificio y admitir que es un requerimiento de aquellos que buscan entrar a esta, auto subordinarse y buscar el primero el Reino de Dios. Pero no es tan fácil reconocer, incluso a nosotros mismos, que esto necesita ser leído no superficialmente sino en detalle, ¿y que sea aplicado no solo por algunos eminentes santos sino por todos aquellos que serían servidores de Cristo? — eso se requiere de nosotros, y eso que es requerido de nosotros ¿No es un poco de auto negación sino completo auto sacrificio? ¿Pero no es esto a lo que el ejemplo de Cristo nos guiaría? No, claro está, a auto degradación, no a autodestrucción exactamente, ¿pero a completa auto abnegación, auto sacrificio total y sin avaricia? ¿Esto ha de ser hasta la muerte misma? Cristo murió. ¿Hemos de soportar el agravio? ¿Qué agravio  Él no llevó mansamente? ¿Hemos de rendir nuestros claros y reconocidos derechos? ¿ Cristo se afirmó sobre Su incuestionable derecho de retener su igualdad con Dios? ¿Hemos de soportar males antinaturales, permitirnos ser conducidos a situaciones inapropiadas, sin resistencia  soportar injuriosas e injustas imputaciones y ataques? Qué más antinatural que el Dios del universo se vuelva un siervo en este mundo, ministrando no solo a Su Padre, sino también a Sus criaturas, «¿Nuestro Señor y Maestro lavando nuestros mismos pies? ¿Qué más aborrecible que Dios muriera? No hay nada en que el auto sacrificio de Cristo no lo haya guiado». Estas palabras son torpes e inexpresivas; no podemos entrar en estos elevados pensamientos. Él que era en la forma de Dios tomó tal pensamiento por nosotros, que el no se tuvo en cuenta a Sí mismo. En la inmensurable calma de la divina benignidad Él permitió concebir este pensamiento, “¡moriré por los hombres!” Y tan fuerte fue Su amor, tan colosal el divino propósito para salvar, que Él no pensó en Su divina majestad, ni de Su inmaculada benignidad, ni de Su igualdad con Dios, sino que, se abocó a nosotros, «nuestras necesidades, nuestra miseria, nuestra incapacidad» Él no se tomó en cuenta a Sí mismo. Si esto ha de ser nuestro ejemplo, ¿qué límite le podemos poner a nuestro auto sacrificio? Recordemos que ya no pertenecemos a nosotros mismos sino a Cristo, comprados por el precio de Su preciosa sangre, y somos desde ahora en adelante, no para nosotros mismos sino para Él, «para Él en [hacer bien a] Sus criaturas, sirviendo a Él al servir a ellas. Que todo pensamiento de nuestra dignidad, nuestras posesiones, nuestros derechos, perezcan fuera de vista, cuando el servicio de Cristo nos llame. Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Él, cuando Él no se tomó en cuenta a Sí mismo, pero, Dios como así era, tomó la forma de un siervo y se humilló», Él que era Señor, «a humilde obediencia incluso hasta la muerte, y muerte de cruz. En un sentir como este, ¿Dónde termina el “no querer lo suyo propio”?»

No le hagamos, sin embargo, la injusticia al apóstol de imaginar que está es una vida mórbida a la cual él nos convoca. El auto sacrificio al cual él nos exhorta, ilimitado como es, haciendo todo lo posible y más sin desmayar ante nada, sin embargo no es una vida antinatural. Al fin y al cabo, no se trata de la destrucción de uno mismo, sino solo en la destrucción del egocentrismo; no nos guía a un no es un desprendimiento como Buda, sino como la auto revelación Cristo. Esto no nos convertiría en soñadores ociosos desperdiciando un vida de auto restricción, ni de amor desinteresado, sino encendería las llamas de un amor en nosotros por el cual, literalmente “ardería por almas”. El ejemplo de Cristo y la exhortación de Pablo se encuentran sobre un sentido del indecible valor de almas. Nuestro Señor no se consideró a Sí mismo, solo porque el valor de las de los hombres oprimían Su corazón. Y siguiéndolo, nosotros no consideramos nuestras propias cosas, sino las de los demás, solo porque todo lo terrenal que nos preocupa es nada comparado con el bienestar eterno.

Nuestra auto abnegación no es para nuestro propio bien, sino por el bien de los demás. Y así, no es para simple auto negación que Cristo nos llamó, sino específicamente para auto sacrificio; no para dejar de ser, sino para negarnos a nosotros mismos. Auto negación por sí mismo es en su misma naturaleza ascética y propia de monjes. Concentra toda nuestra atención en uno mismo «auto conocimiento, autocontrol» y puede por lo tanto terminar en nada más que la misma apoteosis del egoísmo. A lo más es exitoso solo en la sujeción de la parte externa a la parte interna de uno, o lo más bajo a los más elevado de uno; y lo más seguro cae en la pantano del egoísmo, eso oculta parcialmente el egoísmo de su meta al refinar su ideal del ser y al excluir sus elementos más externos y groseros. La auto negación, entonces, conduce al claustro; estrecha y contrae el alma; mata dentro de nosotros todos los deseos inocentes, seca todo manantial de simpatía, y alimenta y consiente nuestra propia importancia hasta que nuestra estima es tan grande como para no tener cuidado de las pruebas y sufrimientos, del gozo y las aspiraciones, del esfuerzo y las fallas y éxitos nuestros prójimos. Auto negación, entendida así, nos hará fríos, duros, sin empatía, «orgullosos, arrogantes, de enorme autoestima», fanáticos, autoritarios, crueles. Esto puede hacer monjes y estoicos, esto no hace cristianos.

No es a esto a lo que nos llama el ejemplo de Cristo, Él no cultivó el ser, incluso el divino ser; Él no estimó el ser. Él no era guiado por su impulso divino a salir del mundo, regresando al receso de Su propia alma para pensar obsesionadamente en Sus propias necesidades, hasta que obtener lo Suyo le pareciera que valiera la pena. Él fue guiado a ir al mundo por Su amor por otros, para olvidarse a Sí mismo en la necesidad de otros, para sacrificar el ser una vez y para siempre sobre el altar de empatía. El auto sacrificio trajo a Cristo al mundo. Y el auto sacrificio nos guiará, a nosotros Sus seguidores, no lejos de, sino a estar en medio de los hombres. Dondequiera que hombres sufran, allí estaremos para consolar. Donde quiere que los hombres se esfuercen, allí estaremos para ayudar. Dondequiera que los hombres fallen, allí estaremos para animar. Dondequiera que los hombres triunfen, allí estaremos para gozarnos. Auto sacrificio no significa indiferencia a nuestros tiempos y a nuestros prójimos;  significa estar absorbido en ellos. Significa el olvido el ser en otros. Significa entrar en las esperanzas y temores, deseos y desesperanzas. Significa multilateralalidad de espíritu, actividad multiforme, multiplicidad de simpatías. Significa riqueza de revelación. Significa no que debamos vivir una vida, sino miles de vidas, «atándonos a miles de almas por los filamentos de amor y simpatía de manera que sus vidas vienen a ser las nuestras». Significa que todas las experiencias de los hombres golpearán nuestras almas, abatirán y apalearán estos tercos corazones nuestros hasta que sean conformados a su hogar celestial. Esto es, después de todo, el camino hacia el más alto desarrollo posible, solo por el cual podemos ser hechos realmente hombres. No que lo llevaremos con esta meta en vista, esto secaría los manantiales desde su fuente. No podemos ser tímidamente desprendidos, ni egoístamente generosos. Solo cuando caminamos humildemente este camino, buscándolo verdaderamente, no nuestras propias cosas sino la de los demás, encontraremos la promesa verdadera, que aquel que pierde su vida la encontrará. Solo cuando, como Cristo, y en amante obediencia a Su llamado y ejemplo, no nos estimamos a nosotros mismo, sino que nos damos libremente a otros, entonces encontraremos, cada uno a su medida, verdadero el dicho acerca de Él: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo.” El camino de auto sacrificio es el camino a la gloria. 

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