“Haced discípulos de todas las naciones.”

-Mateo 28:19

 

El mandato de Cristo de “hacer discípulos” significa algo mas que solo contar las manos levantadas o las tarjetas de decisión al finalizar una campaña evangelística. Un discípulo de Cristo es alguien quien ha sido completamente convertido a través de la predicación del evangelio y quien da frutos que corresponden al arrepentimiento y la fe.[1] Él es una persona quien, habiendo sido justificado por fe en su Señor, sigue siendo transformado en la semejanza de su Señor.

A través de los Evangelios, se dan varias características del verdadero discipulado. Aunque este fuera del alcance de este libro poder abordar todas ellas, hay tres textos en el Evangelio de Juan donde Cristo describe las características esenciales de un discípulo. Estos tres textos sirven como un resumen exhaustivo de los que significa ser un discípulo y hacer discípulos.

La primera característica de ser un verdadero discípulo se encuentra en Juan 8:31-32. El texto dice: “Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Aquí aprendemos que el discípulo de Cristo genuino continua en sujeción a Su palabra o enseñanza, y por consiguiente experimenta una libertad cada vez mayor de la atadura del pecado. De ninguna manera Jesús está enseñando una perfección sin pecado en la vida de Sus discípulos, pero Él nos esta diciendo que el verdadero discípulo se aferrará a Su palabra y como resultado crecerá en gracia.

La segunda característica del verdadero discípulo se encuentra en Juan 13:35. El texto dice: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros.” Aquí aprendemos que el discípulo de Cristo se identificará abiertamente con otros discípulos y los amarán con sus obras prácticas se servicio de una manera tan extraordinaria que incluso el mundo incrédulo atestiguará de su relación con Cristo. Este amor derrumbe toda barrera de etnicidad, clase social y estrato económico.[2]

La tercera característica de un verdadero discípulo se encuentra en Juan 15:8. El texto dice: “En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos.Aquí aprendemos que el discípulo de Cristo dará fruto u obras que comprueban o demuestran la validez de su confesión. Esta es una de las enseñanzas mas fundamentales de Cristo en cuanto a la verdadera conversión y el discipulado: “Así que, por sus frutos los conoceréis. 21 No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”[3]

Aparte del consejo completo de Dios que está registrado en la Biblia, el discipulado maduro es una imposibilidad absoluta, y cualquier “discipulado” que no está fundado en la inequívoca palabra de Dios es absurdo, una contradicción de la peor clase.

Es evidente por los textos anteriores que no hay nada trivial ni superficial en cuanto al verdadero discipulado. Como ya hemos dicho, un verdadero discípulo es aquel quien devota si vida a imitar y aprender de su Señor. ¿Sin embargo, como se puede hacer esto en el contexto de la fe cristiana? Han pasado dos milenios desde que Cristo anduvo sobre esta tierra. ¿Cómo podemos estar seguros de que realmente estamos andando de la misma manera en la que Él anduvo?[4La respuesta es esta pregunta fundamental es revelada en la misma Gran Comisión. El discípulo aprende a seguir a Cristo por medio de los mandatos que Cristo ha dado.[5En otras palabras, no podemos ser discípulos de Cristo y estar apartados de Su enseñanza y los mandatos que Él ha preservado para nosotros en las Escrituras. Aparte del consejo completo de Dios que está registrado en la Biblia, el discipulado maduro es una imposibilidad absoluta, y cualquier “discipulado” que no está fundado en la inequívoca palabra de Dios es absurdo, una contradicción de la peor clase. Para que la cosecha este sano, se debe sembrar la semilla correcta, de manera abundante y sin mezclarse con otra clase de cereal. Si no se sigue estas reglas de una manera muy estricta, el resultado será una cosecha mutada, una mezcla peligrosa de toda clase de plantas.

Por esta razón, si el misionero va a ser uno que hace discípulos, el mismo debe ser un discípulo. Él debe dedicarse a las enseñanzas de su Señor que se encuentran en las Escrituras. Debe dedicar toda su vida al obedecer, ensenar y ejemplificar los mandatos de Cristo hacia los demás. Esta es una gran verdad que seguiremos estudiando a través de este libro. ¡Su importancia no se puede exagerar!

 

Notas:

1 Mateo 3:8; Lucas 3:8

2 Colosenses 3:11- “Una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos.

3 Mateo 7:21-22

4 1 Juan 2:6

5 Mateo 28:19- “…enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”

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