“En la iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Niger, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Entonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron”.

– Hechos 13: 1-3

Al comienzo de Su ministerio terrenal, Jesús “nombró doce [apóstoles] para que estuvieran con Él y pudiera enviarlos a predicar” [1]. Para estos hombres, Él también dio gran autoridad por la cual ellos pusieron el mismo fundamento de la iglesia [2] y dejó a la iglesia el registro infalible del Nuevo Testamento.[3] Sin embargo, a medida que se desarrollan los años en cada página del libro de los Hechos, vemos que las iglesias y sus líderes pasan a primer plano.

En Hechos 13: 1-4 tenemos el relato de Lucas del primer viaje misionero del apóstol Pablo y Bernabé.  El texto dice:

“En la iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé , Simón llamado Niger, Lucio de Cirene , Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Entonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron . Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre”.

Hay dos elementos clave que se deben comprender y tener en cuenta en este pasaje.  Primero, este histórico esfuerzo misionero fue iniciado y dirigido por el Espíritu Santo dentro del contexto de una iglesia local: la iglesia de Antioquía. En segundo lugar, aunque Pablo era un apóstol con plena autoridad apostólica, él y Bernabé fueron enviados con la aprobación de la iglesia local, que se manifestó mediante la imposición de manos. También es extremadamente significativo que cuando Pablo y Bernabé completaron su primer viaje misionero, regresaron a Antioquía para dar un informe completo a la iglesia y los líderes que los habían enviado y ante quienes eran responsables. En Hechos 14: 26-27, Lucas escribe:

“y de allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Cuando llegaron y reunieron a la iglesia, informaron de todas las cosas que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe”.

Esta relación entre la iglesia local y el misionero que es evidente en el primer viaje misionero de Pablo no fue un hecho único, sino que aparece nuevamente al comienzo de su segundo viaje misionero. En Hechos 15:40, Lucas escribe: «Mas Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor». La palabra “encomendado” se traduce del verbo griego paradídomi, que significa ceder, encomendar o encomiar. Aunque era un apóstol, Pablo no se “aventuraba” por su cuenta, sino que fue “enviado” con la aprobación y las oraciones de los líderes y la congregación en Antioquía.

El aumento del roll de las congregaciones locales en dar liderazgo a la Gran Comisión también se ve en el relato de Lucas sobre del Concilio de Jerusalén en Hechos 15. Del texto, aprendemos que algunos hombres de Judea habían llegado a Antioquía y comenzaron a enseñar que los gentiles que se convertían no podían salvarse a menos que observaran la Ley de Moisés y sus rituales.[4] Esto resultó en una “gran disensión y debate” entre la compañía de Pablo y los hombres de Judea. Para decidir el asunto, la iglesia de Antioquía envió a Pablo, Bernabé y otros a los “apóstoles y ancianos” en la iglesia de Jerusalén.[5] Una vez que Pablo y compañía llegaron, fueron “recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos”.[6] Después de que ambas partes dieron sus argumentos, Lucas declara que “los apóstoles y los ancianos se reunieron para investigar el asunto”[7]. En ese momento, el apóstol Pedro se puso de pie y pronunció su juicio sobre el asunto,[8] y Santiago, el hermano de nuestro Señor, dio el veredicto final.[9] El asunto finalmente fue cerrado por “los apóstoles y los ancianos, con toda la iglesia” decidiendo enviar una carta a los gentiles con direcciones.  El saludo en la carta era de «los apóstoles y los hermanos que son ancianos».[10]

Es significativo que la iglesia de Antioquía “envió” al apóstol Pablo y que les informó de su trabajo cuando regresó. Es igualmente significativo que en el Concilio de Jerusalén, la iglesia y sus ancianos tengan un papel tan destacado incluso junto a los Apóstoles. Dado que no hay directivas bíblicas para agregar otro cuerpo gobernante después del paso de la generación de los Apóstoles, es evidente que la responsabilidad de la Gran Comisión sigue siendo de las iglesias locales y su liderazgo. Nuestro propósito al hacer esta declaración NO es negar la viabilidad de las iglesias que trabajan juntas en cooperación o a través de entidades que ayudan en su cooperación. Nuestro propósito es mostrar que la responsabilidad de la Gran Comisión pertenece a cada congregación local y su liderazgo, y ellos no pueden (excepto en desobediencia) descuidar su deber o entregar su responsabilidad a otro, sin importar cuán capaces puedan creer que son.

1. Marcos 3:14

2. Efesios 2:20

3. II Timoteo 3: 15-17;  1 de Pedro 1:21

4. Hechos 15: 1

5. Hechos 15: 2

6. Hechos 15: 4

7. Hechos 15: 6

8. Hechos 15: 7-11

9. Hechos 15: 13-21: es difícil determinar la naturaleza exacta del llamamiento de Santiago.  Está contado con los Apóstoles (Gálatas 1:19) y con los ancianos de Jerusalén (Hechos 21:18).  En cualquier caso, era un «pilar» o líder reconocido en la iglesia de Jerusalén (Gálatas 2: 9).

10. Hechos 15:23

1 Comentario

José E Saavedra Roa

Buena noche, estoy comenzando a caminar en el señor y lo estoy viendo en youtube al gran predicador paul washer, un gran abrazo


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