«Así como la comida es agradable, deliciosa, y refrescante para el cuerpo del hombre, del mismo modo hacer la voluntad de Dios fue tan agradable y refrescante para el alma de Cristo. Él tomó tanto placer en ella, como un hombre hambriento al comer y beber. Una parte de la voluntad de Dios fue asumir la naturaleza humana; Él hizo esto con deleite y placer; otra parte fue cumplir la ley, y esta estaba en Su corazón, y era Su delicia, y ahora la estaba haciendo; y otro aspecto de esta fue sufrir y morir en la cruz en lugar de Su pueblo; aunque así de desagradable fue en sí mismo para la naturaleza humana, aún así Él alegremente convino en hacerla, y a veces fue, por así decirlo, impaciente hasta que sea cumplida; Él voluntariamente se hizo obediente a ésta; ningún hombre podría, con las más grandes ansias comer, como Cristo hizo la voluntad y obra de Su Padre, incluso hacerlo por aquel que fue más ingrato con Él, como el hombre”. (EONT, Vol.7, p.790)

Traducido por Lidia Vasquez

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