1. Relación de estos dos conocimientos.

Casi toda la suma de nuestra sabiduría , que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: … en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo. …

2. El hombre en presencia de Dios

Por otra parte, es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo. Porque estando en nosotros el orgullo y la soberbia, siempre nos tenemos por justos, perfectos, sabios y santos, a no ser que con manifiestas pruebas seamos convencidos de nuestra injusticia, fealdad, locura y suciedad; pero no nos convencemos si solamente nos consideramos a nosotros y no a Dios, el cual es  la sola regla con que se debe ordenar y regular este juicio. Porque como todos nosotros estamos por nuestra naturaleza inclinados a la hipocresía, cualquier vana apariencia de justicia nos dará tanta satisfacción como si fuese la misma justicia. Y porque al rededor de nosotros no hay cosa que no esté manchada con grande suciedad, lo que no es tan sucio nos parece limpísimo mientras mantengamos nuestro entendimiento dentro de los límites de la suciedad de este mundo; de la misma manera que el ojo que no tiene delante de sí más que el negro, tiene por blanquísimo lo que es medio blanco u oscuro. …

3. Ejemplos de las Sangradas Escrituras

De aquí procede aquel horror y espanto con el que, según dice muchas veces la Escritura, los santos han sido afligidos y abatidos siempre que sentían la presencia de Dios. Porque vemos que cuando Dios estaba alejado de ellos, se sentían fuertes y valientes; pero en cuanto Dios mostraba Su gloria, temblaban y temían, como si se sintiesen desvanecer y morir.

De aquí se debe concluir que el hombre nunca siente de veras su bajeza hasta que se ve frente a la majestad de Dios. Muchos ejemplos tenemos de este desvanecimiento y terror en el libro de los jueces y en los de los profetas, de modo que esta manera de hablar era muy frecuente en el pueblo de Dios: “Moriremos porque vimos al Señor” (Jue. 13:22; Is. 6:5; Ez. 1:28 y 3:14 y otros lugares). Y así la historia de Job, para humillar a los hombres con  la propia conciencia de su locura, impotencia e impureza, aduce siempre como principal argumento, la descripción de la sabiduría y potencia y pureza de Dios; y esto no sin motivo. Porque vemos cómo Abraham, cuanto más  llegó a contemplar la gloria de Dios, tanto mejor se reconoció a sí mismo como tierra y polvo (Gn. 18:27); y como Elías escondió su cara no pudiendo soportar su contemplación (I Re. 9:13); tanto era el espanto que los santos sentían con Su presencia. ¿Y qué hará el hombre que no es más que podredumbre y hediondez, cuando los querubines se ven obligados a cubrir su cara por el espanto? (Is. 6:2). Por eso el profeta Isaias dice que el sol se avergonzará y la luna se confundirá, cuando reine el Señor de los Ejércitos (Is. 24:23 y 2:10,19); es decir: al mostrar claridad y al hacerla resplandecer más de cerca, lo más claro del mundo quedará, en comparación con, en tinieblas. …

Instituciones  de la Religión Cristiana. Libro I, Cap 1 pag 3-5.

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