“Consideremos de nuevo la encarnación de Cristo, y bien haríais en decir que Su nombre merece ser llamado ‘Maravilloso’. ¡Oh! ¿Qué es eso que veo? ¡Oh! Mundo lleno de maravillas ¿Qué es eso que veo? El Eterno de las edades, cuyo cabello es blanco como lana, tan blanco como la nieve, se vuelve un infante ¿puede ser posible? ¿Vosotros ángeles, no estáis asombrados? El se convierte en un infante, sostenido en el pecho de una virgen, toma Su sustento del pecho de una mujer. ¡Oh maravilla de maravillas! Pesebre de Belén, se han hecho milagros en ti. Ésta es una visión que supera todo lo demás. Hablad del sol, luna, y estrellas; Considerad los cielo, la obra de los dedos de Dios, la luna y las estrellas que Él ha ordenado; pero todas las maravillas del mundo se desvanecen hasta la nada cuando llegamos al misterio de la encarnación del Señor Jesús Cristo. Fue algo maravilloso cuando Josué le ordenó al sol quedarse quieto, y no avanzar, y además como el sol en el Reloj de Acaz, retrocedió diez grados y oculto su esplendor en una nube. Ha habido lugares incomparables y maravillosos, a los que podríamos mirar durante años, y aun así regresar y decir, ‘No puedo entender esto; hay una profundidad en la que no me atrevo a navegar; mis pensamientos están sumergidos; éste es un paso sin una cima; no puedo escalarla; es alta, ¡no puedo escalarla!’ Pero todas estas cosas son como nada en comparación con la encarnación del Hijo de Dios. Creo que los mismos ángeles solo se han asombrado una vez, y ha sido incesante desde la primera vez que lo contemplaron. Nunca cesan de contar la asombrosa historia, y de contarla con creciente asombro también, que Jesús Cristo el Hijo de Dios, nació de la Virgen María, y se convirtió en un hombre. ¿No es justamente llamado ‘Maravilloso? Infinito y un infante — eterno y aun así nacido de mujer — Todopoderoso y aun así sostenido en el pecho de una mujer — sosteniendo el universo, y aun así necesitando ser llevado en los brazos de una madre — Rey de los ángeles y aun así el presunto hijo de José — heredero de todas las cosas, y aun así el hijo del carpintero despreciado. «Maravilloso eres Tú oh Jesús y ese debe ser tu nombre para siempre» (El púlpito de la Iglesia New Park Street, Vol.4, p.395-396)
Traducido por Jennifer Duran