“Id, pues, y haced discípulos de[h] todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:19-20
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15
“Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.” Lucas 24:45-48
“Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío.” Juan 20:21
“Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” Hechos 1:8
Las cinco declaraciones registradas de la Gran Comisión que se encuentran en los evangelios y en el libro de Hechos nos proveen con una abundancia de información para ayudarnos a crecer en nuestra definición y nuestro entendimiento de tanto un misionero como sus deberes principales. Para facilitar nuestro entendimiento de esta información, estudiaremos cinco áreas específicas que son tomados de estos textos—La Autorización, La Esfera del Ministerio, El Mensaje, El Propósito, El Rango de las Actividades. En este artículo veremos La Autorización y La Esfera del Ministerio.
El Mensaje
A través de todo el Nuevo Testamento, el gran mensaje principal de la Gran Comisión es el evangelio de Jesucristo. Esta verdad se demuestra de manera poderosa y concisa en las doce palabras de la comisión de Marcos, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”[1] Lucas declara la misma verdad, pero en mayor detalle, dándonos el contenido del evangelio:
“Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones.”[2]
Si hay una verdad que resalta acerca del misionero, es que es el mensajero del evangelio. Su trabajo es conocer el evangelio y poderlo proclamar de manera firme y poder cuidadosamente dar a conocer sus verdades mas profundas y complejas a incluso los hombres, mujeres y niños más indoctas. No hay lugar en el continente misionero para un novato con respecto a las doctrinas del evangelio porque traerá juicio sobre si mismo y muerte a aquellas personas a quienes ha sido enviado. La Escrituras son claras que aquellos quienes predican un evangelio que no es bíblico traen condenación sobre ellos mismos,[3] y como los Fariseos de la antigüedad, ellos “cerráis el reino de los cielos delante de los hombres.”[4]
Junto con la proclamación del mensaje del evangelio, el misionero también debe ser calificado para ensenar todo lo que Cristo ha mandado,[5] que incluye todo lo que fue escrito en la ley y los profetas antes de Él y las instrucciones inspiradas de los Apóstoles quienes Él comisionó para escribieran después de Él.[6] Por lo tanto, podemos decir de manera correcta que el misionero no solo es el heraldo del evangelio sino también un escriba de todo lo que ha sido escrito. El misionero no es un inventor de nuevas verdades, ni es un editor de las antiguas verdades. No ha sido llamado a ingeniar un mensaje, sino de fielmente proclamar y enseñar la inspirada, inerrante e infalible Palabra del Dios viviente.[7] Y en toda su predicación y enseñanza de la Palabra, el evangelio de Jesucristo debe ser central—¡siempre deber ser lo central!
Propósito
En las cinco comisiones que sacamos de los Evangelios y del libro de Hechos descubrimos que el único gran propósito de toda obra misionera en el de hacer discípulos. Es un hecho que simplemente no se puede exagerar. Con respecto al ministerio, ¡el misionero es un hacedor de discípulos! De hecho, el hacer discípulos es el estándar por medio de la cual debemos juzgar toda nuestra actividad misionera. Independientemente de las intenciones, pasiones, labor extraordinario y sacrificio del misionero, el debe constantemente preguntarse a si mismo, “¿Mi vida y mi ministerio demuestran resultados de un aumento y un crecimiento de discípulos genuinos de Jesucristo?”
Es importante darnos cuenta en esta era de superficialidad que el hacer discípulos es mas que simplemente las levantadas de mano en una campaña evangelística o un aumento en los bautizos anuales. Hacer discípulos de manera verdadera y bíblica resulta en personas que han sido dadas la vida por medio del Espiritu,[8] quienes confían exclusivamente en la persona y obra de Cristo,[9] quienes están creciendo en el conocimiento de las Escrituras,[10] quienes están siendo conformados a la semejanza de Dios,[11] y quienes son miembros activos de una iglesia local bíblica.[12] De nuevo, este es el estándar para cada persona que pisa el campo misionero, desde el predicador hasta el administrador de la misión, “¿Se están haciendo verdaderos discípulos de Cristo?”
Habiendo dicho todo esto, debemos usar muchísima sabiduría y precaución cuando queremos juzgar la eficacia de nuestra propia obra o la de otro. Las preguntas esenciales son: Primero, ¿el objetivo de nuestro ministerio es bíblico? Segundo, ¿estamos usando medio bíblicos para lograr ese objetivo? Tercero, ¿estamos trabajando con la fidelidad, esfuerzo y perseverancia que se requieren de un siervo de Cristo? Debemos entender que la soberanía de Dios y nuestro campo de trabajo en particular muchas veces definirán los resultados de nuestra obra. Algunos misioneros trabajan por años sembrando semillas que no rendirán fruto hasta la siguiente generación. Otros inician su obra y comienzan a cosechar en grandes cantidades. Aquellos quienes juzgan la labor de un misionero por simples números están, por lo general, midiendo algo en balanza inexacta y mirando por medio de un lente distorsionado.
Notas:
1. Marcos 16:15
2. Lucas 24:26
3. Gálatas 1:8-9; Santiago 3:1
4. Mateo 23:13
5. Mateo 28:20
6. 2 Timoteo 3:16-17—“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.” Romanos 15:4—“Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.”
7. 2 Timoteo 3:15-17; 2 Timoteo 4:1-2; 2 Corintios 1:17; 2:1-2
8. Juan 3:3, 5; Efesios 2:4-5
9. Hechos 4:12; Gálatas 6:14
10. 1 Pedro 2:2
11. Romanos 8:28-29; Efesios 4:22-24
12. Hebreos 10:23-25
1 Comentario
Yunior Samuel Acosta ortiz
Excelente mensaje pastor.